La osteoartritis (OA) es una enfermedad degenerativa y crónica que conlleva el desgaste continuo y progresivo del cartílago articular y el deterioro de todos los tejidos de la articulación. Se caracteriza por un engrosamiento de la cápsula articular, formación de osteofitos, estrechamiento del espacio articular, esclerosis del hueso subcondral, deterioro vascular y degradación del cartílago.
Afecta a más de un 20 % de la población canina, y no solo a perros de edad avanzada. Las razas de gran tamaño son las más vulnerables, pero también puede afectar a otras más pequeñas. Los síntomas son variados: desde cojera, rigidez, dolor, limitación del movimiento y disminución de la actividad hasta cambios en el comportamiento. Puede aparecer en una o varias articulaciones a la vez, y es más común en cadera, rodilla y codos. Puede ser secundaria a patologías articulares concretas (rotura de ligamentos, fracturas, displasia, etc.) pero la edad, el sobrepeso, la alimentación y el ejercicio son factores que influyen en su aparición y progresión.
No existe un tratamiento curativo, pero con un protocolo de tratamiento adaptado a cada caso se pueden atenuar los síntomas, ralentizar la evolución de la OA y mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes.
En el pasado, los tratamientos convencionales se centraban únicamente en la administración de antiinflamatorios, fundamentalmente no esteorideos (AINE). El problema con los primeros AINE era que tenían muchos efectos secundarios (úlceras gástricas, insuficiencia renal, patologías hepáticas, etc.); los actuales han conseguido mejorar su perfil de seguridad, aunque los pacientes que los toman de forma crónica siguen siendo susceptibles de desarrollar los problemas antes comentados.
Tras el desarrollo del concepto de “tratamiento multimodal” de la OA, se añadieron nuevos fármacos al tratamiento inicial con AINE. La finalidad era doble: por un lado, reducir la frecuencia de efectos secundarios de los antiinflamatorios. Por otro, conseguir un mejor control, tanto del dolor como del proceso inflamatorio y degenerativo, al utilizar fármacos que actuaban en distintos puntos de la cascada de sucesos que desencadenaban los síntomas de OA.
Dentro de este concepto de tratamiento multimodal se lleva muchos años utilizando, fuera de España, el pentosano polisulfato sódico (PPS), un fármaco con acción antiinflamatoria, antitrombótica y protectora del cartílago (a través de la inhibición de metaloproteasas).
Estas características del PPS permiten encuadrarlo dentro de un nuevo grupo: fármacos modificadores de la OA. Y, lo que es más importante, su registro en España añade al arsenal disponible un nuevo medicamento que reduce los procesos de in amación/dolor y que aporta un efecto analgésico y regenerativo en los cuadros de artrosis.